En La letra con sangre entra, pintura de Francisco de Goya, un maestro golpea a su alumno en las nalgas, con un perro a sus pies, mientras dos estudiantes que ya recibieron la tunda observan la escena con gesto de dolor. En el Carnaval veneciano que atraviesa la Eurozona, el maestro viene disfrazado de troika europea, el perro puede ser cualquier de los gobiernos que aceptan la receta neoliberal sin chistar y los alumnos se visten de pueblos que resisten, como pueden, el plan de ajuste. La crisis económica es acompañada por la violencia de un Estado que aplica los recortes con rigor y no escatima en apalear a la ciudadanía europea. “¿Qué tienen en común la policía de España, Grecia y Rumania?”, lanzó Amnistía Internacional España, desde su cuenta de Twitter (@amnistiaes pana), como si se tratara de una trivia. La organización humanitaria develó ayer el misterio con la presentación de “Actuación policial en las manifestaciones en la Unión Europea”. Basado en testimonios recogidos en esos tres países, el documento denuncia que personas que se manifestaban pacíficamente, contra las medidas de austeridad aprobadas en la UE, recibieron golpes y patadas, fueron rociados con gas lacrimógeno y heridos por balas de goma. Además, pone el acento en la actuación de la Justicia, afirmando que el abuso policial no es investigado ni castigado y, en el caso de que se investigue, las demandas son cajoneadas al no ser identificados los agentes implicados.

La de Paloma Aznar es una de las historias que pinta esa represión que flota en el aire europeo, como los gases lanzados por la policía antidisturbio de su país. Con el arribo de la acampada de los indignados del 15-M, la escritora, guionista, cineasta y periodista española comprendió que había historias que contar sobre la crisis, las protestas y los movimientos sociales en España. Entonces se instaló en la madrileña Puerta del Sol. Ya había hecho reportajes sobre el movimiento okupa y los abusos bancarios.

Y documentó los primeros casos de abuso policial en una manifestación ante el Ministerio de Interior, durante las protestas contra el viaje del papa Benedicto XVI a Madrid, en agosto del año pasado. “Según se ha ido endureciendo la crisis, han aumentado las protestas y ha crecido la violencia policial contra manifestantes y periodistas, que se han convertido en testigos incómodos de abusos y agresiones”, señala la mujer, que lleva más de un año registrando golpizas a manifestantes y periodistas.

Aunque estuvo en Irak, asistió a manifestaciones en Egipto y viajó a los territorios palestinos en ocho ocasiones, la escritora –con la experiencia de haber recorrido escenarios de violencia– afirma de entrada: “No me podía imaginar que la policía española cometería las atrocidades que ha cometido en el último tiempo, especialmente, durante los dos últimos años”. “Comencé a ver cosas increíbles para un país europeo democrático”, insiste, consultada sobre las razones que la empujaron a cubrir las protestas en su país.

–¿A qué atrocidades se refiere? –pregunta este diario.

–Desde que comenzó la crisis, 23 personas han perdido un ojo por las balas de goma disparadas por los agentes de las UIP (antidisturbios de la Unidad de Intervención Policial) y dos han muerto. Todos los casos de los que te hablo están archivados, no se han investigado y no hay ningún policía sancionado. El último muerto es Iñigo Cabacas, en Bilbao, el pasado mes de abril. Estuvo en coma durante 72 horas y murió por lesiones cerebrales tras recibir el impacto de una bala de goma. La agresión de Iñigo no se produjo en una manifestación. La policía vasca (Ertzaintza) le disparó a la cabeza, durante unos alborotos callejeros, tras un partido de fútbol. Una mujer de 59 años, también vasca, llamada Rosa Zarra, falleció por una perforación intestinal provocado por una bala de goma.

Aznar también sufrió la violencia de la policía española. En la protesta contra el viaje del Papa, la policía encerró a los manifestantes en la calle Carretas para sacarlos de la Puerta de Sol, que se llenaba de peregrinos católicos. “En Carretas cargaron contra la gente, vi a varios antidisturbios golpeando a una chica en el suelo, en un callejón, tras el edificio de la Presidencia de la Comunidad de Madrid –señala Aznar–. Corrí hacia allí pensando que cuando me viesen con una cámara dejarían de pegarle a la chica, pero se volvieron y me zurraron a mí.” La cineasta recuerda que eran antidisturbios con cascos y escudos, la mayoría sin número de identificación. “A mí me golpeó uno, pero sobre la chica había cinco, desalojando había varias unidades de UIP, serían unos cien agentes”, reconstruye. “¿Sabes? ¡Ahora vamos a trabajar con casco!”, cuenta la situación en la que trabajan los periodistas españoles.

La periodista siente miedo y señala que en su país impera la doctrina del shock. “España va a recibir pronto el rescate, la tensión aumentará, y la violencia en las calles también”, vaticina y se pregunta: “Si la policía está para protegernos, ¿quién nos protege de la policía?”.

 

fuente http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-206395-2012-10-26.html