Esta semana se inauguran celdas con calefacción en la Colonia Berro, pero internos y un funcionarios denuncian que las golpizas a los menores continúan

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+ Nicolás Delgado @nicodelgado13 – 07.07.2013, 06:00 hs – ACTUALIZADO 09:20Texto: -A A+

 

En el taller de panadería, cuatro adolescentes con delantales blancos y grilletes en los pies preparan empanadas de jamón y queso para compartir con sus compañeros del Ser, el hogar de máxima seguridad de la Colonia Berro. “Esto es tremendo alivio. Salimos un poco de allá”, dice uno de los internos. “Allá” es el Ser, el infierno dentro del INAU. “La semana pasada nos dieron palo abierto”, comenta por lo bajo. Horas más tarde, un funcionario confirma a El Observador que que el relato del adolescente es verdad.

Varias instituciones de Derechos Humanos han denunciado varias veces las condiciones infrahumanas de reclusión en el hogar Ser, en parte, debido al hacinamiento crítico. Las autoridades respondieron con la creación de nuevas plazas, entre ellas, un nuevo módulo que los internos estrenarán esta semana. Las nuevas celdas que visitó El Observador son doce y tienen una cucheta de hormigón cada una, lavatorio, inodoro, ventilación y losa radiante. En el hogar Granjas se están construyendo celdas similares. “Para que después no digan que no defendemos los Derechos Humanos”, comentó sonriente Ruben Villaverde, director del Sistema de Responsabilidad Penal Adolescente (Sirpa) a El Observador.

La semana pasada, Subrayado divulgó un documento de la Institución Nacional de Derechos Humanos que critica las condiciones de reclusión en el Ser. “Se pudo comprobar que los adolescentes permanecen encerrados de 20 a 23 horas diarias sin acceso a materiales de lectura o a otras actividades educativas”, expresa el informe. Villaverde negó que los adolescentes no accedan a educación ni deportes y aclaró que las condiciones de reclusión mejorarán apenas se inaugure el nuevo módulo.

De todas maneras, Villaverde reconoció que “las quejas por golpizas son medio regulares”. “No hay mes en el que no tengas un funcionario quejándose porque un interno le tiró una piña o agua caliente y al mes siguiente un familiar diciendo ‘a mi hijo lo torearon o lo insultaron’. Esas cosas pasan”, agregó. El director del Sirpa prometió “trancar a fondo” en este tema.

El Ser ha sido históricamente el hogar más problemático del sistema y cantera permanente de sumarios administrativos. “Están los muchachos con las penas más complejas y cada vez que se porta alguno mal en algún centro, va en penitencia para ahí”, explicó Villaverde. “Entonces, tenés un cóctel bastante entreverado de aguantar: los muchachos que vienen con causas más difíciles y los muchachos que vienen con una trayectoria difícil adentro”, agregó.

Hace un mes renunció la dirección del hogar. Las nuevas autoridades ordenaron apagar la luz de las celdas antes de la medianoche, restringir el acceso a medicamentos, habilitar el patio del nivel tres, mejorar la alimentación y conducir a los internos hasta el baño, que antes estaba inhabilitado, sin grilletes. Antes, los internos hacían sus necesidades en bolsas o baldes dentro de la celda. Hoy, permanecen 56 internos divididos en dos niveles en el hogar Ser.

Villaverde sospecha que las denuncias de golpizas son infundadas y responden a un boicot de algunos trabajadores. “Estamos asistiendo a un momento crítico de enfrentamiento entre funcionarios. Los que no están conformes con el nuevo equipo de dirección empiezan a tirotear y te tirotean con lo más feo que tenés a mano: darle manija a dos o tres internos que sean referentes para hacer caer la dirección”, explicó.

El menor que habló con El Observador precisó que, además de golpearlos, los funcionarios que ingresaron con a la nueva administración quitaron y rompieron los televisores que estaban en las celdas. El Observador constató una pila de televisores en la antesala al nivel tres, algunos de ellos rotos. El director del programa de privación de libertad y semilibertad del Sirpa, Carlos Cardozo, negó que funcionarios los hayan roto y explicó que sacaron los televisores de las celdas por “problemas eléctricos”.

Cardozo trabaja desde hace 25 años con menores infractores y fue educador durante cinco años en el Ser. “Los gurises no son tan pesados como eran antes, sino que son más bochincheros. Los que hoy están complicando el sistema serán 10 ó 12 y están repartidos en varios hogares. No están todos juntos en el Ser porque no pueden convivir todos juntos. Para que no explote un hogar, los tenemos desparramados”, explicó.

En el Ser, de un 90% de internos que estaban medicados, hoy quedan cuatro o cinco y por orden psiquiátrica, sostuvo Cardozo.

De las 15 pastillas diarias
Rony ingresó a la Colonia Berro en 2008, con 14 años, y se fugó a la semana. Cuando cayó por segunda vez, fue a parar al Ser. Estuvo dos meses, se fugó y empezó a fumar pasta base. “Era lo que se curtía en ese momento”, dijo a El Observador. La tercera vez, el Ser lo esperaba con un encierro más prolongado. “Estuve en una celda solo durante siete meses, 24 horas encerrado y tomaba 15 pastillas por día”, recuerda. Tenía el cuerpo hinchado de tomar tantas pastillas.

Hoy, con 19 años, muestra las estrías que le quedaron por adelgazar tantos kilos. “Ahora estoy haciendo deporte, con otra cabeza”, dice, mientras merienda pan con mermelada en el hogar Cimarrones.

La Inidad de Inserción Social y Comunitaria le consiguió trabajo en un barco pesquero. Se ha embarcado cinco veces. Hace una semana y media, antes de que las selecciones de Uruguay y Brasil reunieran a una decena de internos frente al televisor, Rony le preguntó a la directora de Cimarrones si le habían conseguido trabajo. Aunque no le gusta mucho, le sirve. Pagan bien y con el dinero que gana compra ropa.

De los 577 internos que hay en el Sirpa, 97 trabajan. Este programa y el combate al hacinamiento son los caballo de batalla de Villaverde.

En el hogar Cimarrones, el único del sistema con régimen de semilibertad, la mayoría  de los jóvenes trabaja o estudia. “Esto es como una casa con una gran familia, integrada por 18 adolescentes, pero somos una isla dentro del Sirpa”, dice Ileana Benito, directora del hogar.

En Cimarrones se respira un aire positivo. Los internos coinciden en que es el mejor centro en el que han estado y, los que pasaron por el Ser, lo recuerdan como el lugar adonde no quieren volver.

Cocinar, sembrar, jugar
Mientras en el patio del nivel tres, un equipo del hogar Sarandí juega al fútbol contra uno del Ser; en el taller, cuatro internos preparan empanadas para sus compañeros. Entre ellos, un triple homicida, que recibe con la mano extendida a El Observador. Cerca, en la escuela, dos adolescentes rinden exámenes. Más allá, frente al Ituzaingó, otros cultivan la tierra. Albañiles construyen el hogar Granja. Y en la cocina del Ser, funcionarios preparan vacío con papas cocidas, para que los muchachos repongan energía. Luchan para ganarle al infierno de las rejas.