Dos años, un mes y veintiún días estuvieron presas Ailén y Marina Jara. Las detuvieron por intentar defenderse de un vecino abusador al que apuñalaron por la espalda. El arma que usaron fue un cuchillo de 10 centímetros de largo, esos que sirven para untar manteca. El hombre, Juan Antonio Leguizamón Avalos, tenía un revólver con el que gatilló dos veces contra ellas. Para los operadores judiciales la versión de las jóvenes no alcanzó para encarar la causa desde la óptica de género y entender que las dos chicas eran víctimas. El relato del señalado como abusador estructuró la causa judicial y determinó el veredicto. Los jueces no les creyeron a las hermanas y las condenaron por lesiones graves.

“La Justicia no nos escuchó”, dice Ailén a la distancia.El miércoles se cumplió un año de la sentencia y la palabra que se le viene a la mente a Ailén cuando piensa en ese día es “alegría”. El 9 de abril de 2013 culminó un juicio oral acotado que duró tan solo tres jornadas. En una sala colmada por militantes y referentes de las organizaciones de derechos humanos, los jueces del Tribunal Oral N°2 de Mercedes no dudaron en marcarlas con el estigma de la condena para siempre. Las hermanas quedaron libres por una rebaja en el delito que se les imputaba. Los magistrados cambiaron la carátula de tentativa de homicidio por lesiones graves. “Dos años, un mes y veintiún días” leyó la secretaria y Ailén hizo la cuenta matemática más veloz de su vida. Sí, la ecuación daba libertad. Una libertad con sabor amargo.

Un año después del veredicto, tras haber transitado los pasillos de la cárcel, conocido la soledad de los buzones de castigo, sufrido las palizas de las distintas penitenciarias por las que pasaron, las hermanas del barrio Sanguinetti, en Moreno, no son las mismas pero siguen condenadas. En el plano judicial buscan la nulidad de la causa que reposa en Casación penal. “Una absolución sería darles la razón a la Justicia que investigó mal. Nosotras nos defendimos”, dice con seguridad Ailén.

Antes de estar detenidas las hermanas iban a la escuela secundaria y trabajaban para ayudar a su mamá, Elena Salinas. El transitar de sus vidas adolescentes se puso en pausa durante más de dos años. Hoy Marina tiene 21 años y Ailén 22. La más chica de las Jara estudia trabajo social en un terciario. Ailén pudo terminar el colegio y trabaja en domicilios particulares ayudando a su mamá, que es enfermera. Quiere anotarse en el CBC.

“Por tener antecedentes es difícil conseguir un trabajo en blanco”, reflexiona Ailén, que trabajó en un locutorio en Flores donde le descontaban todo lo que consumía y le quedaba un sueldo magro.

Del 9 de abril del año pasado Ailén recuerda el abrazo con su hermana. Una imagen que recorrió la cobertura mediática. El regreso a casa no fue fácil. “Te acostumbrás al encierro”, dice Ailén. Cuando volvió tiraba la yerba a través de las rejas de su casa, teniendo al lado un tacho de basura. Esas memorias las relata risueña.

Condenadas y libres las chicas continúan en una situación frágil: su abusador está libre. El último 20 de marzo Ailén lo vio por el barrio. “La otra vez me lo crucé y me empezó a decir cosas. Fui a la fiscalía a hacer  la denuncia con la asistente social del patronato de liberados. Me decían que fuera otro día. Y así hasta que al final”, explica.

En un año las hermanas participaron de distintas charlas y movilizaciones donde se denuncian abusos policiales y violencia institucional. También se comprometieron con la temática de género. El año pasado participaron del Encuentro Nacional de Mujeres que se hace todos los años, en 2013 fue en San Juan. “Antes no me llamaba la atención el tema de la violencia contra las mujeres”, confiesa Ailén.

Preventivas

El caso de las hermanas Jara es un ejemplo testigo de la tendencia judicial al encarcelamiento preventivo. Paradójicamente durante el tiempo que estuvieron privadas de su libertad no tenían una condena. Según la Procuraduría contra la Violencia Institucional, las estadísticas -a diciembre de 2013- señalan que el 57 % del total de las personas encerradas en cárceles federales no tienen condena. Dentro de ese grupo, las más vulnerables son las mujeres y los jóvenes adultos, dos categorías en las que entran las hermanas de Moreno. El 62% de las mujeres esperan encerradas una condena. En tanto que el 79% de los jóvenes adultos (la franja entre 18 y 21 años) también aguardan tras las rejas.

La noche del ataque

El punto de giro en la vida de las Jara fue el 19 de febrero de 201. Cuando volvían de bailar se cruzaron con Leguizamón Avalos. Según se desprende de los testimonios que se escucharon durante el juicio, el hombre es conocido por sus vínculos con la policía. Tiene en su haber una condena por robo agravado en banda, portación de arma de guerra y privación ilegítima de la libertad. Ellas lo conocían porque era el hermano de una de sus mejores amigas. Según las hermanas, el hombre las hostigaba, sobre todo a Ailén. En el  debate oral Leguizamón sostuvo que él mantenía relaciones sexuales con ambas. Además, precisó que la noche del ataque ellas lo quisieron matar porque él había hecho trascender en el barrio que había intimado con las dos.

Esa noche cuando se acercó a Ailén, la habría amedrentado con un disparo al aire. Después de eso Marina sacó un cuchillo de su cartera y se lo clavó en la espalda. El cuchillo lo llevaban porque habían intentado robarles otra noche de fin de semana. A partir de ahí forcejearon y entre las dos le quitaron el arma. Rápidamente lograron escaparse.

Horas más tarde policías de la Comisaría 5ta de Paso del Rey golpearon las manos en la casa de las Jara. Leguizamón Avalos se había presentado en la comisaría y las había acusado de haberlo atacado. Según el relato de las jóvenes, ellas entregaron el supuesto “arma” y se ofrecieron a ir a la comisaría a declarar. Estaban seguras que volverían rápido porque ellas se habían defendido. No fue así. En la comisaría les tomaron declaración y les abrieron una causa por tentativa de homicidio. Ailén y Marina quedaron inmediatamente detenidas.

La versión del hombre señalado como abusador encorsetó la causa. En los argumentos de la sentencia, los jueces califican de “creíbles y verosímiles las palabras de Leguizamón en el debate oral”. Para el Tribunal ellas estaban armadas y lo esperaron en su casa para matarlo. Esta versión es la que aportan efectivos policiales, Leguizamón y sus familiares.

El caso tuvo repercusión mediática en octubre de 2012, cuando las hermanas llevaban un año y ocho meses presas. Hasta ese momento, la madre de las hermanas tenía miedo de denunciar porque había recibido amenazas.

 

 

http://www.infojusnoticias.gov.ar/provinciales/la-vida-de-las-hermanas-jara-a-un-ano-de-su-liberacion-1558.html