Mabel Remón se hizo popular con un apodo que no le hace mucha gracia: “La muda”. Ese fue el mote con el que el “humor popular” la nombró en las redes sociales el 1° de marzo de 2012, cuando la presidenta Cristina Fernández de Kirchner abrió la sesión legislativa con un discurso de cuatro horas, mientras Remón, traductora oficial a lenguaje de señas, interpretaba en simultaneo sus palabras sin dar muestras de fatiga y sin inmutarse.

“No me molestó el apodo, sino que los medios lo usaran para burlarse de una herramienta creada para que las personas discapacitadas comprendan los mensajes públicos”, dice ahora.

Remón ya llevaba diez años traduciendo los discursos de Néstor Kirchner y Cristina y 18 ejerciendo como la única perita intérprete de sordos de la Corte Suprema de Justicia. Un día de 2011 faltó a un acto oficial. “Ayer no viniste. ¿Qué pasó?”, preguntó la presidenta cuando volvió a verla. Remón le contó el motivo del faltazo: había asistido a la sentencia de un hombre sordo y mudo, condenado a seis años de prisión por abuso sexual. El hombre era Hugo Sosa. Había pasado siete meses en prisión sin saber por qué estaba allí. “Recién el día de la condena él pudo comprender lo que estaba pasando. No se pudo defender. Es incomprensible que una persona así llegue a juicio oral”, explica Remón.

“Cuando se lo conté a la presidenta no lo podía creer. De inmediato instrumentó las medidas para crear un programa de asistencia a las personas discapacitadas”, cuenta a Infojus Noticias.

Remón es desde entonces la directora del programa nacional de Asistencia para las Personas con Discapacidad en sus Relaciones con la Administración de Justicia (ADAJUS), un espacio pionero en el mundo que depende del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación. En las próximas semanas la Cámara de Diputados le dará rango de ley al decreto que lo creó. El proyecto se discute en tres comisiones, dos de las cuales (Discapacidad y Presupuesto y Hacienda) ya lo aprobaron el miércoles. En los próximos días se debatirá en la comisión de Justicia.

–¿Cómo funciona ADAJUS?

–A partir de la Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidad buscamos facilitar el acceso a la Justicia de las personas con discapacidad en igualdad de condiciones con los demás ciudadanos. Nosotros nos ponemos en contacto con sus abogados, si no lo tiene buscamos un patrocinio gratuito, y trabajamos para que la persona con discapacidad tenga una proceso con ajustes razonables. Nuestro trabajo no es exclusivamente hacer de intérpretes a personas con hipoacusia. Hace falta determinar qué calidad de inserción social tiene una persona discapacitada para poder comprender un proceso judicial. Si comprenden sus propios actos.

–¿Con que obstáculos se enfrenta una persona discapacitada cuando llega a la Justicia?

–Hoy que tanto se habla de la Justicia, me encantaría que la población conozca cómo actúa con los más vulnerables. La Justicia se cree absoluta, decide sobre sus vidas. Simplemente, en la gran mayoría de los casos, los considera descartables. Si es víctima, toman una actitud proteccionista, pero si cometió un delito, automáticamente lo convierten en una persona igual a todas. Es decir, el Código Civil los protege y el Penal los iguala. Es paradójico. Hay una suerte de prejuicio en pensar que las personas con discapacidad son angélicas, asexuadas, impolutas y nos enseñan a vivir bien. Pero si cometen un delito les caben todas y más también, porque se considera que nos defraudó. Por otro lado, los actores judiciales desconocen cómo se adecua un proceso en estos casos. Entonces, la actitud que toma la Justicia es obviar a las personas, no hablarlas, avanzar como si estuviesen ausentes. Los fiscales y jueces se dirigen a sus abogados, psicólogos o a las personas que las acompañan. Pero nunca le permiten hablar a la propia persona. Nosotros intervenimos para que ellos puedan comunicarse.

–¿Cuáles son las discapacidades más frecuentes con las que trabajan?

-En causas penales, la mayoría son auditivas e intelectuales. Las visuales son más frecuentes en causas civiles, que son los menos. En la mayoría de los casos en los que intervenimos las personas sordas se comunican con señas domésticas, conocidas solo por su entorno. Una interprete que sólo maneja el lenguaje universal de señas, no puede comprenderlas.

–¿Qué sucede en esos casos?

-Los actores judiciales siguen adelante. Ese es uno de los problemas actuales. Los intérpretes no están preparados para comprender la discapacidad auditiva como discapacidad. Muchas veces piensan que la persona a la que les hablan no los entienden, y no que son ellos quienes no se saben expresar. Ponen la parte negativa en la persona con discapacidad.

Barreras judiciales

Para Mabel, los jueces usan un lenguaje arcaico. “Si la lengua judicial ya nos deja afuera a la mayoría, imagínate como es para quienes son más vulnerables”, dice y bromea: “Cuando el juez empieza a decir ‘habiendo sido interrogado el imputado’ ya está, el muchacho ya se perdió”

Mabel pone ejemplos. Primero. El juez le pregunta a Hugo Sosa –intérprete mediante– si no teme pasar seis años en prisión. Sosa, con sus señas, contesta que no y hace el gesto de “siete” con sus manos. El juez enfurece, golpea el estrado y reprime al imputado por tomarle el pelo. Hugo se desconcierta. Él se refería a los siete meses que llevaba preso. No entendió la seña de años y, por no tener un idioma, no puede pronosticar su futuro. Para él no existe la primera persona.

Segundo ejemplo. Un joven va a juicio por robo, pese a su discapacidad intelectual. Sólo puede comunicarse con quién tiene en frente, no con su entorno. El juez le pide a Mabel que le pregunte si tiene problemas con las drogas. Mabel reformula la pregunta: “Alguna vez aspiraste bolsitas, fumaste porros”. El juez la frena y le ordena preguntar tal cual. El joven responde que no, que no tiene problemas con las drogas. Pero luego en su declaración, relata que estaba fumando marihuana con sus amigos en las esquina cuando llegó la policía. El juez estalla en ira. Mabel interrumpe y explica: “Permiso su señoría. El joven, debido a su discapacidad, no puede entender el metalenguaje. Él no tiene problemas con las drogas: le gustan, las consigue y las consume”. Carcajada general.

Experiencia pionera

–¿Existen proyectos similares en otros países?

-Fuimos mencionados por la ONU por ser el primer país que dentro de la Justicia abrió un espacio para las personas con discapacidad. Cuando se creó ADAJUS recibimos pedidos de colaboración de varios países de América Latina y de Europa. Ahora existe en Costa Rica una unidad de acceso a la justicia para personas con discapacidad.

–¿Cómo interviene en las cárceles?

-Nosotros entendemos que la discapacidad no puede ser un agravante de la pena. El castigo es estar recluido. Pero eso no significa que una persona no pueda acceder al resto de las dependencias de un penal, como las áreas de trabajo, estudio, recreación y comedor. Ahora estamos haciendo un relevamiento carcelario. Hay personas que ingresan con discapacidad y otras que se discapacitan estando presas. Un caso fue el de Luis Patti, que sufrió un ACV estando preso. El programa participó de la adecuación de su celda, para que cumpla la pena igual al resto de los condenados.

Compañeros de señas

Remón se crió en una familia de sordos. Sus padres y sus cuatro tíos no escuchaban. “Mi primer idioma fue la lengua de señas”, explica. Mabel se llama Mabel porque ese nombre es un fonema que su padre, Fidel, podía pronunciar. Tiene consonantes separadas, be labial y ele suave. Fidel y sus hermanos eran fervientes militantes peronistas. Ahora, en su despacho adornado con retratos de ella y la presidenta, Mabel admite: “Aprendí la marcha peronista en señas antes de escucharla y poder cantarla”.

Podría decirse que comenzó a ser mediadora judicial a los 9 años. Cuando su padre murió, tuvo que traducir a su familia el juicio sucesorio. Ahora Mabel modula lento, busca el contacto visual con su interlocutor. Si el periodista baja la cabeza para anotar algo en la libreta, ella automáticamente deja de hablar. “Tengo un vicio de sordos –dice– si no me mirás me cayó”.

–¿Cómo se siente ahora, que Diputados va a convertir en ley el programa?

–Es un refuerzo del modelo. Porque esto es parte del modelo, es parte de los derechos humanos. Estaba preocupada porque no sabía que iba a pasar con todas estas personas que atendemos a diario. Para los que no padecemos una discapacidad ya es muy difícil comprender a un poder que se cree absoluto, porque el poder judicial se cree. Imaginemos que pasa con los vulnerables. Nosotros estamos para defender a los más vulnerables de un poder que se cree absoluto.

WC/RA

 

http://www.infojusnoticias.gov.ar/nacionales/facilitamos-el-acceso-a-la-justicia-de-las-personas-con-discapacidad-8377.html