Cartas marcadas

Por Sebastián Florindo[1]

            Mucho se habla de cárceles, de puertas giratorias, de jueces garantistas, reacios a aplicar prisión preventiva, mucho se muestra a las víctimas de delitos. La agenda pública mediática está claramente planteada: vivimos en una ciudad, o un país, o un mundo, inseguros. Y debemos defendernos.

No es difícil que un medio de comunicación encuentre una víctima pidiendo mano dura. Pero esta víctima no será la primera que aparezca. La que se muestre contará con una, o varias, de las siguientes características: estudiará o trabajará, o al menos será un jubilado (léase: una persona que trabajó), tendrá cierta educación que le permita expresarse ante las cámaras con claridad, será un empresario (obviamente reputado como honesto) pero,  el ideal de víctima es alguien que se dedica a una noble tarea, especialmente a la docencia o a la medicina. Es decir, la víctima a mostrar debe ser alguien encaminado a la santidad. El medio de comunicación evitará presentar a víctimas que vivan en la marginalidad, excepto que se la presente como una nota de color.

La elección del tipo de víctimas no es arbitraria, ya que mostrar que lo cotidiano es que maten a más personas en barrios pobres, y no que los maten en barrios ricos; quebraría la lógica de división social entre buenos y malos, entre las incuestionables víctimas y entre los que «algo habrán hecho». Se evita mostrar que asalten a desocupados, o que violen a prostitutas, o que le den golpes a homosexuales, o … o … o … Casos que pondrían en duda a los estereotipos.

Así es como cuando hay alguien secuestrado en su hogar, o en el lugar de trabajo, es cubierto de inmediato por varios medios. Pero que en el Servicio Penitenciario Federal, en 2012, del total de 9.807 prisioneros solo estuvieran condenados 4.356 (44.41%)[2], no escandaliza. Y  mucho menos escandaliza que de esos encarcelados sin condena un 28% pueda resultar en absoluciones o sobreseimientos[3], si se toma como parámetro lo que sucede en la provincia de Buenos Aires. Es decir que si se aplica el porcentaje de personas que resultan inocentes en la provincia al Sistema Penitenciario Federal diríamos que de los 5.440 sin condena encarcelados 1.523 resultarán finalmente absueltos o sobreseídos. Si sumamos las cárceles provinciales y comisarías, los inocentes encarcelados se multiplican varias veces.

Aquí es donde los medios juegan al mostrar el horror de una «persona de bien» secuestrada dos horas, y en el silenciamiento de los miles de detenidos por años, bajo excusa formal de que la ley lo permite, pero con el indudable beneficio de que en una sociedad dividida entre buenos y malos, se eligen quienes son los buenos, y a los malos ni justicia. Total, en el afán de dividir, no mostrar a las víctimas «indeseables» refuerza el bienestar de la gente de bien, que se sentirá mejor viendo medios que los aseguren en su ser, y que en ocasión de enfrentarse a un micrófono, replicarán este discurso guético, creyendo que ellos nunca sufrirán una prisión preventiva siendo inocentes.

Solamente porque ellos tienen las cartas marcadas.

 



[1] Mesa nacional de la Asociación Pensamiento Penal

[2] Informe Anual SERVICIO PENITENCIARIO FEDERAL SNEEP 2012, página 4

[3] http://edant.clarin.com/suplementos/zona/2005/08/21/z-03215.htm vista el 18 de junio de 2014